miércoles, 14 de octubre de 2009

En el Nombre del Sapo...

De acuerdo a lo que menciona en sus libros el escritor mercedino Raúl Ortelli, al barrio que estaba en la periferia de la ciudad se lo empezó a denominar “del Sapo” a partir de 1858 luego de una peste con la forma de un "sarpullido" grueso, extraño y molesto y la curandera Doña Zoila Palleros curaba colgando a los enfermos sapos muertos en el cuello o cintura. Desde años anteriores se lo intentó llamar “Ciudad Nueva”, pero este nombre no prosperó.
Los datos más certeros indican que esto volvió a ocurrir en 1867. Los informes indican que fue entrada la primavera o ya en el verano, pero no hay un mes exacto.
Otra vez los habitantes del barrio empezaron a tener “sarpullidos”, como lo denominaron en ese entonces, que duraban quince días aproximadamente. La cantidad de infectados fue muy alta y la población, a medida que pasaba el tiempo, comenzó a impacientarse dado el desconocimiento de los médicos sobre lo que estaba ocurriendo y por el pánico que se le tenía a la viruela.
Como los médicos no encontraban remedio al asunto, se decidió consultar otra vez a doña Zoila Palleros, una curandera de gran prestigio en la zona y pueblos aledaños que ordenó que el que tenía la picazón se colgase un sapo del cuello o de la cintura, pero anunciando que en el primer lugar era más efectivo. Con el tiempo, era tal la cantidad de vecinos del barrio con sapos colgados que pasó a ser un espectáculo para la gente del centro de la ciudad y, de a poco, la curiosidad generó para estos un paseo obligatorio por “el barrio de los sapos”.
El sapo, en épocas muy lejanas, fue considerado como un elemento muy valioso de curación de múltiples males. En la actualidad, en algunas regiones todavía se lo utiliza en diversas terapias, como por ejemplo en Entre Ríos, donde en la ciudad de Victoria se pasa el vientre del anfibio por donde esté la dolencia y luego se lo arroja hacia atrás.
Luego de pasados varios meses se pudo determinar que ese sarpullido molesto, que se generaba en la región lumbar y que agredía la piel e invadía en forma acelerada todo el cuerpo, atacando a niños, jóvenes y adultos era varicela. Los médicos, de haber conocido e informado a tiempo sobre la benignidad de esta enfermedad, hubieran hecho que el barrio hubiera sido conocido por otro nombre.
El tiempo siguió su curso y la epidemia de la varicela de a poco fue declinando, pero ese sector alejado del centro de la ciudad tomó una identidad propia que, aunque hoy se lo denomine barrio Roberto J. Payró, a pesar de que el escritor y periodista haya nacido en el sector opuesto de Mercedes.

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