miércoles, 14 de octubre de 2009

El Barrio del Sapo y el Almacén de García

Así está ahora la esquina de 39 y 18 donde estaba el Almacén de García.

La zona comprendida por las calles 37 a 47 y 12 a 22 se la conoció como Barrio del Sapo y fue un sector de Mercedes que dejó un rico y variado historial a pesar de haber sido siempre resistido por la población de la gente del centro de la ciudad, que pretendió tenerlo lejos de sus tertulias porque se creía una casta aristocrática. Según algunas crónicas, este barrio inicialmente iba desde la 35 a la 47 y de la 24 a la 12.
Aunque a los residentes de ese sector de Mercedes se los catalogaba de dudosa moralidad, se caracterizó por tener vecinos de humildes condiciones económicas, pero los que más llamaban la atención y se hacían ver eran los proxenetas, los cuchilleros y los vagos.
Cuando los vecinos del Barrio del Sapo llegaban al centro de la ciudad eran considerados intrusos, entonces, se apelaba a cualquier medio para que interviniese la policía y se los hiciese retornar a su sector. Alegaban que se sentían incómodos con su presencia, pero lo que en realidad sucedía era que temían que perturbasen la quietud y tranquilidad de la población, ya que era moneda corriente una pelea entre vecinos del barrio sin mediar lugar para dirimirla. Solían ocurrir en la plaza San Martín, atestada de gente, en donde se escuchaba el silbar de las balas y el consecuente desbande de gente. No hay que negar que entre los vecinos del centro también solucionaban problemas con armas de fuego y sin fijarse a quienes tenían cerca.
Otro tipo de peleas solían surgir cuando la policía los intentaba cachear y los que venían del otro lado de la ciudad se querían resistir y se entablaba una reyerta.
Era un barrio densamente poblado, producto de la inmigración de la gente forastera, que en su mayoría buscaba refugio huyendo de la policía por diferentes delitos que habían cometido en otras zonas y esperaban pacientemente que el caudillo les solucionara el inconveniente.
Los curanderos y los médicos también estaban en el barrio, lo que muestra que, junto con las prostitutas, los cafishios y los trabajadores, más las amas de casa y los jóvenes, formaban una sociedad heterogénea y multiforme, pero que mantenían dentro de su cofradía una cohesión y respeto mutuo: había leyes no escritas que se acataban silenciosamente y que se iban imponiendo a través del tiempo para que la barriada mantuviera su orden. El “no se nada” era la ley primera y así se defendía la paz, la armonía y la cordialidad del lugar. En El Barrio del Sapo todos tenían la seguridad de que su presencia no sería delatada.
La sociedad que vivía en el centro pretendió ignorarlos siempre. En las tertulias no se mencionaba lo que ocurría en la zona humilde para que los jóvenes no escuchasen y de esa manera, evitar la tentación de conocerla. Pero los muchachos, a la larga, terminaban enterándose de lo que ocurría.
A pesar de estar mal vista, era una población pujante que, con el tiempo, copó el centro, porque este necesitaba la mano de obra que brindaba el barrio. Los hombres más precavidos, sabiendo que podían ser molestados por la policía, se desplazaban en parejas para tener una mejor posibilidad de defenderse.
En el barrio solo había boliches. Los negocios para comprar cosas estaban en el centro. Estos lugares sólo daban de comer, aunque se especializaban en el rubro bebidas. Uno de los primeros almacenes de ramos generales fue el de Enrique García. Este negocio se inició en 1905 y tenía un excelente surtido en mercadería. Funcionaba en la esquina de 39 y 18, donde antes estuvo la Escuela Nº3. El almacén cerró en 2000 al fallecer su sobrino Adolfo, que lo conservó como en sus inicios. Lamentablemente, la esquina fue vendida y demolida.

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