viernes, 27 de noviembre de 2009

El velorio del angelito, La Alegría del barrio. Segunda parte. Las lloronas y los fantasmas.


Calle 37 esquina 38, donde Juan Fregossi le disparó al "perro" que se le apareció. Desde donde está ese tapial y hasta la casa que se observa, había un paredón y la cuadra que se ve, no existía.


En esta foto se puede apreciar la diferencia en el estilo del asfaltado, lo que indica que no se hicieron en la misma época.

No sólo era alegría el velorio del niño muerto, sino que también había que demostrar un poco de dolor, y para eso estaban las lloronas. Estas mujeres, por unos pocos pesos, cumplían con su misión específica y con lamentos invitaban a todos los presentes a acompañarlas en sus ruegos y sus llantos.
En las noches de velorio, en el barrio La Alegría solía aparecer por la calle 34 un fantasma de figura delgada, de aproximadamente metro ochenta de estatura, vestido de negro desde sus zapatos hasta el sombrero, un tanto echado hacia delante como para ocultar su rostro. En esa calle, entre 39 y 41, lo vieron una vez Eduardo Coudet, Alfredo Rudoni y Ernesto Suárez. Noches después, a pocas cuadras, en 36 y 37, José Peyruc y Raimundo Morales vieron una imagen parecida y, luego, Vicente Oreza se animó a formular la denuncia asegurando que también lo había advertido en la esquina de su negocio, en 34 y 41.
Nadie sabía lo que buscaba. Según cuenta Raúl Ortelli en su libro “La sangre en las esquinas y romances de la Guardia”, la aparición de fantasmas en esa zona de la ciudad era un tema que venía desde fines del siglo XIX. Si bien sucedió muchas veces entre 1918 y 1925, un diario mercedino narraba en sus crónicas la aparición de un personaje similar en 1895. Además, todos los que se lo encontraban en las cuadras de la ciudad esperaban ser asaltados y esto no ocurría. El personaje se aparecía ante los transeúntes y permanecía inmóvil, quieto, nada más que para asustar a quien tenía enfrente.
Otra de las características que tenía este fantasma era el de desaparecer con gran rapidez, sin hacer ruido ni dejar rastros. Una madrugada, Juan Loffiego llegó a la esquina de 30 y 37, donde estaba el viejo almacén de Don Dionisio Peyruc y se encontró con el fantasma. Loffiego decidió retroceder unos metros y luego, cuando volvió sobre sus pasos, el sujeto ya no estaba. Si bien no le pasó nada grave, Loffiego confesó que nunca más olvidó esa imagen.
Pero el fantasma podía tener forma de animal también. El ex empleado de la policía Juan Fregossi tuvo un extraño encuentro con un “perro” en la esquina de 37 y 38. Según Fregossi, “serían las dos de la mañana cuando llega a esa esquina en su caballo que, al espantarse, desmontó al jinete que, cuando miró fijo a ese monstruo que se le había acercado unos metros parado en dos patas le efectuó dos disparos. Fregossi corrió hacia su caballo, que estaba a unos ocho metros y, antes de montarlo, vio que el monstruo se le aproximaba otra vez. Entonces, le efectuó dos disparos más y se alejó a caballo del lugar. Treinta años después, Fregossi contaba por primera vez ese suceso, ya que nunca se había animado a hacerlo.

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