domingo, 28 de febrero de 2010

CRONICAS MALVINERAS. Vivir y revivir. Parte III.

Escrito por Graciela Medina y basado en la experiencia vivida por su hijo Cristian Luna, quien viajó a conocer el cementerio de Darwin el 3 de octubre de 2009.
La Comisión de Familiares había solicitado en dos oportunidades que se permitiera cantar el Himno Nacional y mostrar banderas durante la ceremonia de inauguración pero las autoridades británicas lo rechazaron “por el contexto político del acto”, así lo hizo saber César Trejo, autoridad de la entidad, por lo cual se le hizo conocer a todos los familiares la disposición sobre la no portación de símbolos patrios, para evitar inconvenientes.
En ese momento, una misión más, había quedado concluida, pero había aún mucho por hacer.
Con la presencia en el lugar del Vicegobernador y el Jefe de tropas de las islas, quienes siguieron atentamente la ceremonia, minutos después dio comienzo la realización de la Santa Misa concelebrada por los sacerdotes católicos Monseñor Juan Carlos Romanín, Sebastián Combin, ambos argentinos y Peter Norris párroco en las islas.
El tiempo, que muchas veces parece detenerse, transcurrió mas rápido que nunca allí en Darwin, la ceremonia había concluido y los familiares tuvieron algunos minutos más para recorrer el lugar antes de emprender el retorno hacía el aeropuerto y abordar el avión que los llevaría nuevamente a Río Gallegos.
Antes de retirarse del cementerio a cada familiar se le entregó excepcionalmente por tratarse de una ocasión tan especial, un trozo de turba, y con ese pedazo de tierra malvinense entre sus manos, esa misma tierra regada con la sangre de sus seres amados, volvieron a recorrer los casi 40 Km. hasta el aeropuerto.
El silencio reinó en los micros y las combis que los transportaban, el paisaje agreste se les quedó pegado a las retinas, el viento helado castigaba en la tarde malvinense, cuando a las 14 horas, el mismo vuelo de LAN, que los había llegado hasta allí a las 9.30 horas a cerrar una historia, los devolvía al continente con una mochila mucho mas liviana de la que habían podido descargar angustias, esperas y lágrimas, para reemplazarlas por un poco de paz espiritual y habiendo rendido su homenaje.
Los primeros 170 familiares llegarían desde Río Gallegos a Buenos Aires y al día siguiente estarían de nuevo camino a casa más reconfortados y en paz. Para todos aquellos que trabajaron para concretar estos viajes, al concluir este, deberían volver a empezar, porque el 10 de Octubre sería el próximo viaje, el que tendría la misión de llevar a Malvinas, la imagen de Nuestra Señora de Luján y entronizarla en el cenotafio de Darwin. Pero para eso, faltaban aún varios días, arduo trabajo por hacer, y muchas historias por vivir.

CONTINUARÁ…

CRONICAS MALVINERAS. Vivir y revivir. Parte II.

Escrito por Graciela Medina y basado en la experiencia vivida por su hijo Cristian Luna, quien viajó a conocer el cementerio de Darwin el 3 de octubre de 2009

Había una carpa sanitaria, que afortunadamente no hubo que utilizar, otra para atención psicológica, y baterías de baños químicos.
La presencia de personal militar inglés, lejos de ser invasivo, fue discreto y sumamente respetuoso, había una guardia apostada a unos 50 metros del perímetro del cementerio y la prensa tanto nacional como internacional también estuvo fuera del área perimetral del cementerio, tal cual se acordó, para resguardar la intimidad de los familiares.
Cerca del mediodía, después que cada uno tubo su tiempo a solas y en reflexión, se los convocó para acercarse hacía el lugar donde estaba preparado el altar.
En principio, se realizó allí la inauguración formal después de cinco largos años desde su conclusión de este cenotafio. En ese momento, una mezcla de dolor y satisfacción por la misión cumplida invadía a todos y, luego de tanta lucha, por fin nuestros héroes podían tener su monumento.
Héctor Cisneros, Presidente de la Comisión Nacional de Familiares de Caídos, ideólogo y luchador acérrimo de esta causa, fue quien tuvo a su cargo las palabras para dejarlo inaugurado. Esto es lo que dijo el mediodía del 3 de Octubre de 2009, en el Cementerio de Darwin:

“Señoras madres y viudas,
Señores padres, hijas e hijos,
Hermanas y hermanos de los soldados argentinos caídos
En las acciones armadas de 1982.
Señores representantes del Reino Unido de Gran Bretaña,
Señoras y Señores habitantes de las islas:

El acto que estamos realizando hoy no tiene precedentes en la historia mundial.
Nunca antes en la historia de las naciones, dos comunidades que se enfrentaron por la vía de las armas, lograron realizar lo que estamos concretando en estos momentos.
Sabemos que el Reino Unido de Gran Bretaña y sus súbditos isleños se oponen firmemente a discutir sobre la soberanía de las islas. En forma simétrica, la República Argentina y su pueblo, sostenemos nuestros legítimos títulos sobre estas islas.
Sin embargo, esto no ha impedido que pudiéramos sentarnos a conversar, desde hace más de once años, impulsados por la necesidad espiritual de las personas que hemos perdido un ser querido, de rendirles homenaje en el mismo sitio en el que descansan o por el que brindaron sus vidas.
Esta necesidad humana fundamental que consiste en llorar sobre la tumba del que se ama y no está con nosotros, de rezar una plegaria y de conversar íntimamente con ese diálogo especial que comparten seres de dos mundos, de cerrar las heridas que la historia que heredamos produjo en cada familia, y esta comprensión que logró ubicar nuestro diálogo por encima de los conflictos pendientes de resolución, es lo que hace extraordinaria esta inauguración.
Para nosotros, esta obra es la construcción de un lugar santo, en el que nos sentimos interpretados y contenidos. Un lugar del que carecíamos para sentirnos presentes junto a nuestros queridos muertos.
Los cuerpos de nuestros seres amados que yacen aquí, y los que están representados con sus nombres, compartirán siempre este lugar con los habitantes de estas tierras tan queridas por nosotros.
Pudimos llegar a este momento, debido a que este respeto y esta honra a los soldados caídos en acción, forman parte también de las tradiciones y la cultura británica. Nos une ese respeto y esa honra por los que dan la vida por su patria.
Cuando elegimos los materiales para levantar este monumento en su memoria, pensamos en su perdurabilidad, en su dureza y en la belleza de su trama perdurable, como la paciencia que necesitan los pueblos y las personas para alcanzar sus objetivos. Dureza como virtud que precisan los pueblos y las personas que enfrentan la adversidad.
En la trama unida de este mármol, está representado nuestro amor, pues sólo permanece unido lo que se ama. Y en estas cruces de lapacho, junto a la cruz mayor y la imagen de la virgen de Luján, está simbolizada la fe de nuestra identidad americana.
En los epitafios de las tumbas cuyos cuerpos no han sido identificados, decidimos conservar escrito en castellano, la respetuosa honra que en inglés se les asignara al término de la batalla.
En las veinticuatro placas de este monumento, se han tallado uno por uno los nombres de los 649 caídos argentinos, sin mención de grado ni unidad militar, ordenados alfabéticamente, pues su sacrificio y su destino los igualan. Las ofrendas que traemos hoy vienen de todos los puntos del continente, entregadas por los pueblos al paso de la imagen de la virgen de Luján, nuestra patrona, que arribará a este cementerio, para integrarse a este monumento en custodia perpetua de las almas de nuestros muertos.
Los familiares de los caídos argentinos en las acciones armadas de 1982, queremos expresar nuestra gratitud a los gobiernos argentino y británico por haber posibilitado este homenaje. También a los habitantes de las islas, que comprendieron la necesidad humanitaria de nuestra presencia y pudieron hacer a un lado las heridas abiertas en el pasado. Al empresario argentino cuya sensibilidad y comprensión permitió que la financiación de esta obra fuera posible, Sr. Eduardo Eurnekián. Al conjunto de los argentinos, que nos acompañaron en estos veintisiete años en el homenaje permanente a nuestros caídos.
A todos ellos, muchas gracias.”

CRONICAS MALVINERAS. Vivir y revivir. Parte I.

Escrito por Graciela Medina y basado en la experiencia vivida por su hijo Cristian Luna, quien viajó a conocer el cementerio de Darwin el 3 de octubre de 2009.

La columna de familiares comenzó a deshacerse y cada uno de ellos empezó su peregrinar por el cementerio buscando la tumba de su ser querido. En la mayoría de los casos, ellos mismos deberían tomar la decisión de cual sería desde ahora su lugar de duelo, ya que la mayoría de los familiares, en este caso de los héroes caídos en el ARA Gral. Belgrano, tienen a sus familiares sumergidos bajo las aguas del helado Atlántico Sur con su barco, desde el 2 de Mayo de 1982.
Unos tomaron la decisión rápidamente, quizás por la ansiedad que traían contenida. Otros caminaron largo rato entre las lápidas negras, quizás recordando y reviviendo momentos idos, esperando una señal de cual debería ser el lugar que adoptarían para siempre como suyo.
En un solo caso, el hijo de un héroe, prefirió dirigirse a las grandes placas, lugar donde permanecen grabados los nombres de nuestros protagonistas, y buscar allí el nombre de su padre, para rendirle su homenaje.
Cada cual a su manera manifestó los sentimientos. El llanto contenido por años fue el denominador común. Hubo quienes oraron y también los que contaron frente a su tumba, acontecimientos sucedidos durante ese largo tiempo que no pudieron compartir, como si estuviesen charlando con alguien sentados en una mesa de café.
Muchos llevaron fotos, rosarios, flores y cuando alguno flaqueaba demasiado, tanto los demás familiares como la gente de la Comisión de Familiares los contenían en un abrazo y compartían las lágrimas como queriendo mitigar el dolor.
Mientras tanto, delante de la cruz mayor del cementerio, de 3 metros de alto, se ultimaban los detalles del altar en el cual se realizaría la ceremonia religiosa. Delante de él y prolijamente acomodadas había varias hileras de sillas color verde para que los familiares utilizaran en la misa.
Sobre los laterales se encontraban varias carpas montadas allí para la ocasión, ya que en el lugar no existe otra estructura que la del cenotafio. En este caso había carpas de mayores dimensiones por si los familiares querían resguardarse del frío y el viento, donde también se les entregaban bebidas calientes para paliarlo. Cabe destacar que tanto el día anterior y muy temprano esa mañana del 3 de octubre había nevado.

domingo, 14 de febrero de 2010

Las “cinco esquinas”. Segunda parte. El cine y el carnaval.

En la primera imagen se pueden ver las 5 esquinas. En la segunda, el negocio que estaba frente a la gran casa: en ese lugar en 1935 funcionó el "Moderno taller de reparaciones (de autos) de José Gutierrez & Cia". En la tercera imagen, se ve parte de la esquina a la que se hace alusión en la historia. Si se observa el cordón, se puede ver el tamaño que tenía la ochava de la casa demolida)
Sin lugar a dudas la casona que se encontraba en 29 y 16 (hoy estación de servicio YPF) era un lugar de reunión para la sociedad de fines del siglo XIX y principios del XX, no sólo por la cantidad de gente que iba a realizar compras a los almacenes que estuvieron ahí, sino porque en época de carnaval era una platea preferencial para las señoras deseosas de ver las murgas y comparsas merceditas que tanta alegría trajeron a la ciudad durante los meses de febrero de tantos años.
Cuenta la historia que la altura de los escalones que tenía la vereda de esa esquina formaba un excelente balcón natural para que los vecinos pudieran poner sus sillas cerca del cordón de esa vereda y poder divisar con perfección los diferentes carruajes que desfilaban por la avenida 29 en las noches de carnaval.
Si bien ocurrieron hechos sangrientos en esa esquina, una de las particularidades que tuvo fueron las funciones de cine al aire libre. Muchas veces se proyectaron películas mediante un gran telón que se colgaba en la ochava de la gran casa para deleite de las clases menos pudientes.
Dante Alizeri, en su libro “Reminiscencias merceditas” cuenta que una vez, mientras se estaba pasando una película muda, en donde se representaba un campamento de soldados en horas de descanso, pero atentos a un posible ataque de los indios que merodeaban la zona, aparecen indígenas detrás de una carpa ubicada cerca de un monte donde descansaban el Jefe y un niño, que, luego de avanzar contra esa carpa, hieren al niño metiéndose en la carpa. Sorprendido, el militar da un salto, se apodera de su sable y se dispone a pelear con los salvajes.
En ese instante, un paisano que estaba viendo la película y poseído por el alcohol de más que tenía en sangre, saca su facón y corriendo hacia el telón donde se proyectaba la película, comenzó a gritar: “Ay, juna!... Si serán ladinos!... Aura mesmo lo ayudo jefe!” y haciendo eses con su cuchillo en la mano, se dispuso a atacar a los indígenas. Por suerte alcanzaron a sujetarlo a tiempo y el telón se salvó de ser tajeado.

Las “cinco esquinas”. Primera parte. Qué era y dónde estaba.

El antes y el después. Aunque borrosa, se puede distinguir aproximadamente cómo era la esquina de 29 y 16 en 1900, donde ahora yace una estación de servicio.
Este lugar de la ciudad fue uno de los primeros que quise escribir y el tiempo ha hecho que la investigación no fuera tan fructífera como en otros casos, aunque probablemente con el tiempo se puedan llegar a precisar más los datos necesarios para completar la historia. Nadie ha podido ver esta construcción. Sin embargo, todos los mercedinos y los que han visitado la ciudad de Mercedes saben de la existencia de la estación de servicio culpable de la finalización o inicio, depende de donde se la mire, de la avenida principal de la ciudad, la Avenida Mitre, más conocida como 29.
Donde estaba el Automóvil Club Argentino (hoy estación de servicio YPF), se encontraba una edificación imponente e importante para la ciudad que, según las crónicas locales, se mantuvo en pie hasta fin de la década del ´10. La existencia de ese inmueble, sumado a la doble mano que se inicia ahí mismo en la Avenida 16, conformaba una particular intersección con 5 esquinas. Además, en esa esquina, esas dos avenidas pasan a ser calles angostas.
Esa casa tenía una conformación un poco rara. Cuenta Raúl Ortelli en “La sangre en las esquinas y romances de la Guardia” que “al mirarla desde la Plaza San Martín parecía estar en el medio de la calle. Y ciertamente era así, semejante a un inmenso balcón en el suelo, con tres o cuatro escalones para observar la gran avenida en su desarrollo hacia el norte”.
No se ha podido precisar cuando se demolió, pero los escritos indican que fue una gran pérdida para la ciudad ya que era una de las notas edilicias más tradicionales de la ciudad, con sus tres puertas y tres vidrieras, su alta cornisa color rosado y ancho portón y zaguán por la calle 29. Tenía un solo piso, pero en altura era como para tres de los de ahora, teniendo en cuenta el tamaño de su cornisa.
Las cinco esquinas fue punto de referencia y lugar de copas. Allí estuvo el almacén de Don Ángel Grafignia y luego de Don Manuel Espina, quien atendía al público junto con Emilio Ribeiro, su sobrino, Alfredo Regueiro, José Sanmartín, Antonio Pignataro y Carlos Ciovini.
La vereda, ancha, en busca de la calle, con tres largos escalones, en busca del almacén, que tuvo una época muy importante, con expendio de bebidas, comestibles, leña, carbón, etc.
En las otras 4 esquinas estaban la mueblería de Isaac Waisman (hoy Clínica de las Mercedes), la herrería de Don Ángel Landini (hoy Hotel Mercedes) y el restaurant de Don Manuel Diego. La quinta esquina es la del boulevard de la 16, donde se encuentra el monumento a Bartolomé Mitre.