domingo, 28 de febrero de 2010

CRONICAS MALVINERAS. Vivir y revivir. Parte I.

Escrito por Graciela Medina y basado en la experiencia vivida por su hijo Cristian Luna, quien viajó a conocer el cementerio de Darwin el 3 de octubre de 2009.

La columna de familiares comenzó a deshacerse y cada uno de ellos empezó su peregrinar por el cementerio buscando la tumba de su ser querido. En la mayoría de los casos, ellos mismos deberían tomar la decisión de cual sería desde ahora su lugar de duelo, ya que la mayoría de los familiares, en este caso de los héroes caídos en el ARA Gral. Belgrano, tienen a sus familiares sumergidos bajo las aguas del helado Atlántico Sur con su barco, desde el 2 de Mayo de 1982.
Unos tomaron la decisión rápidamente, quizás por la ansiedad que traían contenida. Otros caminaron largo rato entre las lápidas negras, quizás recordando y reviviendo momentos idos, esperando una señal de cual debería ser el lugar que adoptarían para siempre como suyo.
En un solo caso, el hijo de un héroe, prefirió dirigirse a las grandes placas, lugar donde permanecen grabados los nombres de nuestros protagonistas, y buscar allí el nombre de su padre, para rendirle su homenaje.
Cada cual a su manera manifestó los sentimientos. El llanto contenido por años fue el denominador común. Hubo quienes oraron y también los que contaron frente a su tumba, acontecimientos sucedidos durante ese largo tiempo que no pudieron compartir, como si estuviesen charlando con alguien sentados en una mesa de café.
Muchos llevaron fotos, rosarios, flores y cuando alguno flaqueaba demasiado, tanto los demás familiares como la gente de la Comisión de Familiares los contenían en un abrazo y compartían las lágrimas como queriendo mitigar el dolor.
Mientras tanto, delante de la cruz mayor del cementerio, de 3 metros de alto, se ultimaban los detalles del altar en el cual se realizaría la ceremonia religiosa. Delante de él y prolijamente acomodadas había varias hileras de sillas color verde para que los familiares utilizaran en la misa.
Sobre los laterales se encontraban varias carpas montadas allí para la ocasión, ya que en el lugar no existe otra estructura que la del cenotafio. En este caso había carpas de mayores dimensiones por si los familiares querían resguardarse del frío y el viento, donde también se les entregaban bebidas calientes para paliarlo. Cabe destacar que tanto el día anterior y muy temprano esa mañana del 3 de octubre había nevado.

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