Escrito por Graciela Medina y basado en la experiencia vivida por su hijo Cristian Luna, quien participó en el homenaje a los caídos en octubre de 2009.
Llegado casi el mediodía se convocó a los presentes para celebrar la misa, antes de ello, quienes lo deseaban, pudieron dejar sus últimas ofrendas en el cofre empotrado en el piso, y vidriado que está ubicado delante de la escalinata de la cruz mayor, y que posteriormente fue sellado.
Los presentes comenzaron a tomar ubicación para la concelebración, aunque un pequeño grupo de familiares prefirió seguir el servicio desde las tumbas.
Cabe destacar aquí una mamá que estaba en ese momento en la tumba de su hijo. Sufrió una pequeña caída al levantarse y los presentes no se percataron inmediatamente, ya que se estaba celebrando la misa, ese fue el único momento en que dos marines británicos, ingresaron al predio para socorrerla inmediatamente, pero no fue necesario, luego de constatar que estaba bien y volvieron a su lugar fuera del perímetro.
Mientras tanto la misa culminaba, y luego de ella, se hizo un minuto de silencio por los caídos, y las autoridades de las islas que acompañaron la ceremonia, así como algunos habitantes de las islas que se acercaron al servicio con mucho respeto y se dio la orden de un toque de silencio en homenaje a los héroes caídos.
Despedirse de la Madre.
El reloj seguía marcando el camino de las horas sin detenerse. Había un avión que esperaba, pero el alma quería quedarse allí.
Todos comenzaron a acercarse a la imagen de la virgen que debía ser depositada en la ermita que durante tanto tiempo la estuvo esperando. Cada uno deseaba tocarla por última vez, rezarle una plegaria, agradecerle el haber podido llegar hasta allí, y seguramente, todos deben haber pedido poder volver.
La despedida de Omar, fue sin duda una de las más emotivas, ya que participó de cada uno de los viajes que a lo largo y ancho del continente hizo la Virgen. Él decía entre lágrimas y sollozos, ¡tanto tiempo te acompañé, para tener que dejarte aquí! Aunque obviamente, allí era ella ahora, es quien acompaña y vela el sueño eterno de nuestros héroes.
En la ermita de la Virgen de Luján, se colocaron a uno de sus costados dos floreros con flores artificiales, y a sus pies una cajita con un rosario bendito por el Papa Benedicto XVI que fue enviado desde el Vaticano para ser depositado allí. Cabe destacar que a la Comisión de Familiares llegó una nota del Nuncio Papal a quien se invitó a participar, pero lamentó no poder hacerlo, ya que el Papa hizo llegar su adhesión a la inauguración del Cenotafio.
Todos se acercaron entre lágrimas a despedir a la Madre, que los acompañó hasta allí, y deseando algún día, poder volver a rezar a sus pies.
Cuando la ermita se cerraba, y la imagen de la Virgen se veía ya solo desde un vidrio, se dieron cuenta, de que no era la única despedida que los aguardaba aquella tarde.
Continuará...
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