domingo, 15 de agosto de 2010

CRÓNICAS MALVINERAS. La tierra prometida. Parte I

Escrito por Graciela Medina y basado en la experiencia vivida por su hijo Cristian Luna, quien participó en el homenaje a los caídos en octubre de 2009.

Las piernas comenzaron a temblar cuando empezaron a recorrer las pequeñas callecitas que separan las tumbas del cementerio de Darwin. El sonido del llanto que el viento frío llevaba, calaba en el pecho y erizaba la piel. No existían allí diferencias, el llanto los hermanó a todos, como el dolor lo hizo 27 años atrás. Mujeres, hombres, jóvenes o mayores, todos compartían el mismo sentimiento.
Cuando las fuerzas parecían abandonar a alguno de ellos, como si lo hubiesen previsto de antemano, dirigían la mirada hacía la cruz mayor, donde la imagen de la Virgen se mantuvo hasta el último momento, como pidiéndole fuerzas para soportar aquel estremecedor momento.
Los familiares habían ocupado los lugares elegidos en la mayoría de los casos, ya que como hemos mencionado en crónicas anteriores, solo existen en el cementerio 101 de las 237 tumbas identificadas, en los demás sepulcros, se lee la frase “Soldado argentino solo conocido por Dios” y cada uno adopta una en especial de esas tumbas, y la toma como propia.
Allí comenzaron los rituales que cada uno decidió para homenajear a su ser amado. Se colocaron flores sabiendo que el viento no las dejaría demasiado tiempo allí. Se dejaron rosarios, plegarias, pero además de eso hubo pequeñas grandes historias de vida.
En el caso de Alejandra, ella había traído con mucho temor, en una bolsita, en el bolsillo de su pantalón, parte de las cenizas de su madre, que falleció en 2007, a 25 años de la gesta, y le pidió descansar junto a su hermano en Malvinas, Alejandra tenía 12 años cuando su hermano murió en la Batalla de Monte London. Cuando tomó la decisión de cumplir con el deseo de su madre, pensó en traer solo parte de sus cenizas, temiendo que estas fuesen decomisadas en la aduana y no pudiera recuperarlas, es por eso, que cuando embarcó, durante todo el tiempo las tuvo en su bolsillo.
Allí en Darwin se le comunicó a las autoridades inglesas su intención y le facilitaron sin inconvenientes los elementos para que enterrara los restos de su madre junto a los de su hermano, y pudo cumplir aquella misión que durante mucho tiempo catalogó de imposible.
Los minutos pasaban rápido. En este viaje habría menos tiempo que en el primero, ya que la compañía aérea, tenía pasajes vendidos a personas de otras nacionalidades, de lo que se desprendía que debía despegar a estricto horario.
Recorriendo el cementerio, se podía observar que cada uno, estaba totalmente compenetrado en su historia, esa que pretendía cerrar, como en el caso de Gloria, a quien su joven esposo le había dado un beso antes de partir hace 27 años, y lo primero que hizo fue inclinarse en su tumba para devolvérselo, ya que durante todos estos años, lo llevó en los labios, como ella misma comentó.
Mientras los familiares visitaban a sus seres queridos, psicólogos pertenecientes a Cascos Blancos, estaban ubicados en diferentes lugares del perímetro como había sucedido en el primer viaje, para contenerlos si lo necesitaban. Afortunadamente, como en el caso de la carpa sanitaria que el gobierno de las islas había destinado para emergencias, no fue necesario.
Durante la visita de los familiares a los sepulcros, en el sector de la cruz mayor, con la presencia de la Virgen a su lado, se terminaba de preparar el altar para la ceremonia religiosa, allí estaban el párroco de las islas Peter Norris, el Padre José Vicente Martínez Torrens (Veterano de Malvinas y Capellán durante el conflicto) y Monseñor Romanín, quien expresó entre otras cosas, que esta invitación a participar del viaje había sido para el un verdadero regalo de Dios y que se sentía feliz por estar en ese lugar tan querido para la iglesia, donde los excombatientes veneraron a la Madre de Dios y expresaron ante ella tantas veces sus necesidades, sentimientos, suplicios y esperanzas. Ellos serían los encargados de concelebrar la Santa Misa que estaba a minutos de comenzar.
Las sillas estaban dispuestas delante del altar para los familiares, en ese sector, también se encontraban ya el Gobernador, Vicegobernador y Jefe de Tropas de las islas, que un rato antes habían recorrido el cementerio saludando y brindando el pésame a muchos de los familiares.

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