domingo, 6 de junio de 2010

CRONICAS MALVINERAS. La última noche antes de volver a las islas. Destino final, Darwin. Parte II.

Escrito por Graciela Medina y basado en la experiencia vivida por su hijo Cristian Luna, quien participó en el homenaje a los caídos en octubre de 2009.

Como en el viaje del día 3, un grupo de vehículos aguardaba a los familiares para trasladarlos al Cementerio de Darwin. Solo 40 Km. de camino de ripio los separaban de su cometido y poder llegar a la tumba del ser querido que había dado la vida por la patria.
Mientras la hilera de móviles se ponía en marcha, un helicóptero despegaba llevando a integrantes de la Comisión, coordinadores y algunos Cascos Blancos, para que al llegar a Darwin el contingente, ya estuvieran aguardándolos.
A pesar de que algunos rayos de sol comenzaron a asomarse, y el cielo a disipar su color plomizo, el camino les iría mostrando su paisaje agreste, sin árboles, solo con una gramilla amarillenta como toda vegetación, los montes que se dejaban ver a lo lejos, daban pie para que algunos familiares cuyos seres queridos habían caído allí, pudiesen quizás imaginar donde y como había sucedido.
Dentro de esos vehículos que avanzaban lentamente por el sendero formando una caravana había decenas de historias, únicas e irrepetibles como la de Alejandra, que llevaba en su mano en uno de sus bolsillos apretando una bolsita de nylon, en la que tenía parte de las cenizas de su madre, cuyo último deseo había sido descansar con su hijo en el cementerio de Darwin.
Imágen del aerpuerto de Darwin, en Malvinas.
O la del pequeño nieto de un héroe, de solo 5 años, que sin saberlo ya formaba parte de la historia, porque fue el primer nieto de un caído que pisó tierra malvinense; o la de Olga, que con 18 años y dos hijos vio partir a su marido que nunca regresó.
Son tantas las historias de vida que Malvinas encierra, y los sentimientos guardados durante 27 años que pugnaban por salir a la luz, aprisionados en el pecho, con el corazón palpitando cada vez mas fuerte, sabiendo que cada kilómetro recorrido, era un paso menos para poder sacarlos de adentro, y dejarlos como ofrenda al pie de la tumba del ser amado.
A lo lejos, algunos puntos blancos que fueron tomando forma conforme se acercaban, comenzaron a delinear la silueta del cementerio, solito, allí en medio de la nada, entre dos colinas azotado por el viento helado, asentado sobre el terreno árido, con la cruz mayor remontándose hacía el cielo ahora ya azul, como dándoles la bienvenida, después de tanta espera.
Bajaron de los micros, como una semana antes otros familiares, recorrieron el sendero blanco de piedras que marca la entrada al cementerio, pero en su caso, no venían solos, la Virgen precedía la marcha. Así, con la Madre en alto, ingresaron los familiares al cementerio, con la advocación de la Virgen de Luján y su manto celeste y blanco, 27 años después los familiares de aquellos héroes, que regaron con su sangre esa tierra nuestra, hacían flamear al viento, con la imagen de la Virgen, por fin en Malvinas, ¡otra vez nuestra bandera!.

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