lunes, 12 de abril de 2010

CRONICAS MALVINERAS. Homenaje de todos los argentinos, a los argentinos que lo dieron todo. Parte I.

Escrito por Graciela Medina y basado en la experiencia vivida por su hijo Cristian Luna, quien participó en el homenaje a los caídos en octubre de 2009.

De regreso en Buenos Aires, luego del primer viaje, no fueron fáciles los momentos de las despedidas. Cada uno de los 170 familiares había entablado una relación muy especial, una relación muy similar a la que tienen los Veteranos de Guerra. A ellos los une una hermandad tácita por haber vivido juntos situaciones inimaginables, a los familiares de los caídos los hermana el dolor compartido, pero también el saber, como en el caso de los Veteranos, que solamente alguien que ha vivido esa situación puede tener real dimensión de lo que puede producir en el fondo del alma.
Comenzaron a partir, cada uno a su lugar. Los más afortunados quizás puedan tener la posibilidad de reencontrarse. Otros de lugares muy lejanos dejaron en abrazos interminables todo el afecto que quizás no tuvieron la oportunidad de expresar en tan poco tiempo.
Seguramente quedaron entre ellos palabras que decirse, historias que contarse, momentos que compartir, aunque solamente el tiempo, el poco que les queda a algunos por sus avanzadas edades, y la diplomacia, esa palabra que parece a veces ser tan complicada, decidirán otra vez por ellos si es posible el reencuentro.
Con la partida del último familiar y las lágrimas todavía en los ojos, había que continuar el trabajo porque otros 205 familiares estaban a punto de llegar para poder ellos también, después de tanto tiempo de espera, llegar a pisar aquel bendito suelo malvinense.
Había que ultimar detalles, revisar documentación para que no hubiera inconvenientes, acomodar a los familiares que llegaban y contenerlos, tratar de bajar la lógica ansiedad que sentían.
Las noches se hicieron largas, y el tiempo para dormir era muy poco, cuando se podía, pero además de los preparativos para la marcha – peregrinación del viernes 9 de octubre, aunque nadie lo mencionaba, entre los integrantes de la Comisión de Familiares había sentimientos encontrados. La imagen de Nuestra Señora de Luján se marchaba a las islas para no volver y existía gran alegría por ello, ya que durante muchos años Gran Bretaña no aceptó su presencia en Darwin, porque nuestra Virgen lleva en su manto los colores de la patria.
A pesar de ello, en el año 1999, familiares que participaron de aquel viaje histórico desde el continente, llevaron a Darwin una imagen de Nuestra Señora con un atuendo diferente, y un familiar, vecino de San Antonio de Areco y otro de Mercedes construyeron con piedras de la playa y materiales conseguidos en las islas, una ermita al pie de la primitiva cruz mayor del cementerio, donde descansó la imagen por muchos años.
Por este motivo, la alegría de haber podido lograr la autorización para que la Virgen guardara a nuestros héroes era mucha, pero el apego de cada uno de los integrantes también, habían recorrido con ella mas de 65 mil kilómetros a lo largo y ancho del continente, para que todos los argentinos pudiesen verla y dejarle sus ofrendas antes de partir, y para todos, también sería el momento de la despedida.

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