domingo, 26 de septiembre de 2010

Los Baños Públicos de Marsiglia. Parte 3. El voraz incendio que terminó con todo.

Marsiglia era devoto de las plantas y sobretodo de las flores. Es por eso que los balcones de la casona tenían hermosos geranios. Sus Baños Públicos tuvieron una gran prosperidad en Mercedes hasta el fatídico 22 de enero de 1880 a las 11 de la mañana cuando un incendio terminó con todo. El calor que hizo ese día fue intenso. La crónica del diario regional La Reforma, que se imprimía en Chivilcoy y que llegaba a Mercedes, decía que el fuego se propagó “en las dos piezas de alto que dan a la calle 17 (hoy 23)”.
“Mientras esto sucedía –prosigue el diario- veinte o treinta personas, de las doscientas espectadoras de aquel suceso, se ocupaban de combatir el monstruo de fuego que agitaba las paredes” (…) “La situación se hacía cada vez más desesperante. Ruidos sordos dejáronse sentir aquella hoguera; eran los techos que empezaban a desplomarse por la falta de tirantes que los sostenían, pues estos ya eran cenizas”
Portada del diario regional La Reforma (Chivilcoy - Mercedes) del 23 de enero de 1880, día posterior al incendio.

En poco más de 1 hora ardió toda la casona, “quedando en humeantes escombros”, sostenía La Reforma. “A las 12 y media y después de hacer lo humanamente posible (…) fue apagándose lentamente (…) todo quedó destruido y reducido a miserables ruinas”.
Luego del incendio, La Reforma informaba que Marsiglia y su esposa se encontraban alojados en el Hotel Laborde.
Las pérdidas, que fueron totales, se estimaron en 60 mil pesos, muchísimo dinero en ese tiempo. Entre los vecinos que acudieron a prestar ayuda estuvo el maestro Pedro B. Palacios, que luego se haría famoso con su pseudónimo “Almafuerte”. Era tanto el aprecio que la ciudad tenía por el ingenioso Marsiglia que se inició espontáneamente una colecta popular que reunió la suma necesaria para rehacer la casa y baños.
Se formó una comisión para apoyo a don Gabriel que estaba conformada por Ubaldo Romero, José C. Soto, Camilo Salomone, Clodomiro Villafañe, Nicanor Baliero y Camilo Meneses y, con el tiempo y los 30 mil pesos juntados, la familia salió adelante.





Raúl Ortelli relata que “entre las historias que se quemaron en el incendio, queda la del General Ignacio Rivas, derrotado en la Batalla de La Verde y a raíz de ello, alojado como preso en el Cabildo de Mercedes, tenía concedido para acudir a lo de Marsiglia, lo mismo que otros de sus compañeros de cautiverio. El famoso comandante Mena, que en determinado momento consigue apoderarse de ese formidable bastión que era la Cárcel, que luego le es arrebatada, al ser puesto en libertad, concurre también a los baños y allí el dueño de casa, que le atiende personalmente y algún empleado, no ocultan su asombro, pues aquél legendario y corajudo comandante tenía el cuerpo “cuajado” de cicatrices. Mena contó entonces que eran las consecuencias de haber intervenido en más de treinta entreveros.

Cerrados estos baños y clausuradas las otras actividades de Don Gabriel, allí abrió una sastrería de lujo el Sr. Gentile, hijo político de aquél. Después vinieron otros negocios hasta que luego ocupó ese terreno la Dirección de Telecomunicaciones, luego Telefónica de Argentina.


Los Baños Públicos de Marsiglia. Parte 2. Un baño, 10 pesos, una docena, 100.

La casa de 20 y 23 era de altos, cuenta Raúl Ortelli, pero lo relevante ocurría en el sótano, en donde funcionaba la otra empresa de Don Gabriel Marsiglia: los Baños Públicos. Todos los años, al llegar el verano, el gran inventor recordaba a través de avisos en los diarios a los pobladores de la ciudad sobre los confortables servicios que ofrecía su establecimiento, en gran parte accionada por perros amaestrados por él mismo con “gran paciencia y sorprendente resultado”, resalta Ortelli.
La casona de Marsiglia y su fachada desde la calle 17 (hoy 23). En verano, siempre había flores en los balcones.

En su relato, el escritor mercedino cuenta que “el negocio se abría de cuatro de la tarde a once de la noche y, previo pago de la suma de convenida allí se podía gozar del inefable placer de un buen baño”.
La idea de los baños surgió en 1875. Los técnicos entendidos en construcciones afirmaban que el edificio no soportaría las excavaciones que Marsiglia proyectaba bajo la gran casona de dos pisos y que incluso ganaban terreno bajo la vereda.
“La gran sala subterránea estaba subdividida en compartimientos individuales. Un baño, frio o caliente, se cobraba diez pesos y una docena cien. Los diarios publicaban la nómina de quienes tomaban abonos quincenales, mensuales, trimestrales y o por toda la temporada, lo que significaba que había gente que se bañaba seguido. Había gente que, en pleno verano, se bañaba dos veces por semana”, cuenta Ortelli y agrega que “con el correr del tiempo era cada vez más la gente que se bañaba, ya que se le iba perdiendo el miedo al agua, que estaba mal vista porque se la consideraba capaz de provocar la tubercolisis, la pulmonía o un resfrío con tos”.
Así era la publicidad que se leía en el diario El Oeste, en 1878.

Era muy cierto que Marsiglia utilizaba perros amaestrados para hacer funcionar sus baños públicos. Para esto, se debía tener un buen régimen de agua y el hojalatero concibió un sistema de producción excelente. Se trataba de una rueda sin fin en la que aquéllos perros, asentados sobre sus patas en un banco, con las manos movían la rueda que, a su vez, extraía agua de un pozo, destinada luego a los baños a través de una red intrincada de caños que iban y venían por toda la casa.
Allí trabajaba todo el mundo, incluso los chicos de la familia y aún los de la vecindad, amigos de los chicos de la casa. Marsiglia construyó una hamaca de dos asientos iguales a las que aún se ven en las plazas de juegos infantiles. Los chicos se hamacaban por turno y así, por un mecanismo muy sencillo, se podía extraer agua.
Otra forma de extraer agua fue a través de su invento que consistió en una gran rueda colocada a la manera de “vuelta al mundo”, donde los chicos podían correr haciéndola girar. Eso hacía activar un bomba que extraía el agua.

Los Baños Públicos de Marsiglia. Parte 1. Don Gabriel Marsiglia, el primer hojalatero del mundo.

No eran muchos los que tenían el privilegio de poder bañarse con agua caliente en el Mercedes de 1870. Las instalaciones de las casas de esa época no tenían las suficientes instalaciones como para poder gozar de un buen baño de inmersión. Menos aún estaban al alcance de todos las bañeras, las calderas, la calefacción, por más holgura con que la familia viviera y eran pocos los que tenía agua corriente.
Don Gabriel Marsiglia, su esposa e hijos, posando para la foto.

En la esquina de 20 y 23, donde en la actualidad se encuentra el edificio de Telefónica de Argentina, vivió un hombre que llegó a Mercedes proveniente de Italia: Don Gabriel Marsiglia. Hombre culto y de gran ingenio, su inventiva era de una fecundidad extraordinaria y sus realizaciones causaban asombro, como la de sus baños públicos.
Cuenta Raúl Ortelli en su libro “La sangre en las esquinas y Romances de la Guardia” que Marsiglia era una “figura muy simpática y atrayente, enseguida de llegar se vinculó a los núcleos más importantes de la ciudad dentro, dentro de los que se movió siempre con buen estilo y máxima seguridad”. Marsiglia, empezó su vida laboral creando una hojalatería que se llamaba “La perforación del globo”. Según un aviso periodístico, era la primera del mundo. Ortelli, en su relato agrega que “anexo, creó un taller de herrería “donde se fabrican las norias primarias”. Le iba tan bien con sus negocios que hasta se podía dar el gusto de tener un pasar muy deshaogado”.
Así era la esquina de 20 y 23 (en aquél momento 26 y 17), cuando funcionaba el negocio de Marsiglia y su casa de dos pisos. Ahora, en ese mismo lugar, se encuentra el actual edificio de Telefónica.

Marsiglia siempre se destacó en la ciudad por sus inventos. El historiador Luis Villarreal, en un texto escrito en 1981 y tomado por José María Méndez en una recopilación de historia de la ciudad que se publicó en 1995 a través del Semanario Protagonistas, cuenta que Marsiglia “ideó, entre otras cosas, un Trompo Argentino, precursor del giróscopo, que mereció un primer premio en una exposición en Buenos Aires. Construyó un ventilador a pedal que con un leve esfuerzo permitía gozar de aire fresco a un grupo de personas. Pensó también una fuente iluminada, que solía ceder a la Municipalidad para que la colocada en la plaza principal los días de fiestas populares. Era tal su habilidad, -prosigue Villarreal- para el manejo de metal que con una libra esterlina había moldeado a punzón una copita sin que perdiera el dibujo original de la moneda. Esto, debió hacerlo una vez en una exposición en Capital Federal frente al presidente Julio Roca.
Hasta la década de 1970, estando ya construido el edificio de Telefónica, todavía se podían apreciar las galerías y baños de la casa de Marsiglia. Luego, al final de esa década, se demolieron las bañeras de “cal y canto” que se conservaban en excavaciones que hizo aquel dueño de “La perforación del globo”.