lunes, 15 de marzo de 2010

Sobre brujos y curanderas I. Doña Flora Barrientos, la primera curandera de Mercedes.

La Mercedes ancestral también tuvo ese deseo del ser humano de tener buena salud, de curarse y ver sano a su prójimo. Mucho antes que curar fuera una ciencia, los pueblos tuvieron sus médicos, brujos, curanderos, adivinos y encantadores que ejercían el arte de sanar. Probablemente el hombre tenga ese instinto animal de saber cómo curarse, como el perro, que ante cierto malestar interno lo primero que hace es purgarse por medio de yuyos.
Los indios, por ejemplo, usaban la grasa de potro para los dolores musculares, la de vaca para curar heridas y en algunos casos el buche de avestruz y la tela de araña para cerrarlas.
Cuenta Raúl Ortelli en su libro “Adivinas, fantasmas y curanderas” que la primera curandera de la que se tiene referencia fue Doña Flora Barrientos, quien vivió en un rancho de varias piezas en la calle 20 entre 19 y 21 por el año 1830. Su casa era una de las pocas, sino la única que se encontraba por esa zona, ya que el poblado se encontraba alrededor de la actual Plaza San Martín. La presencia en la puerta de su casa de carruajes lujosos decía que su clientela abarcaba todos los estratos sociales.
Largas colas hacía la gente para atenderse con ella. Venían de muchas ciudades, dada la fama que tenía: Navarro, Salto, Luján, Exaltación de la Cruz, Arrecifes, hasta de Buenos Aires mismo.
Doña Flora invocaba mucho a Dios y usaba muchos yuyos para curar y ahí residía parte de su gran fama: no había brujerías ni filtros misteriosos. Ella conocía la acción curativa de muchas plantas y las usaba con mucha sabiduría. Por ejemplo, las flores de acacia son buenas para el resfrío y la tos y que la achicoria puede emplearse para la congestión hepática y vesicular o que el ajo es recomendable para la hipertensión arterial. Cada yuyo era hervido y la curandera indicaba la dosis.
Barrientos, además de esas plantas, también usaba la amapola, las semillas de angélica para neutralizar la fiebre, el apio cimarrón para el reuma, el berro, el boldo, la carqueja, el cedrón, el ceibo, la cina-cina, la menta peperina, etc. Ella no había descubierto nada nuevo, porque estos elementos naturales se usaban desde épocas anteriores.
La virtud de Doña Flora radicó en saber administrar los yuyos para provocar efectos saludables. Fue la curandera más famosa del pasado mercedino y al morir, ya anciana, en 1873, media ciudad le rindió homenaje formando una larga caravana que acompañó sus restos al cementerio.

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